Las amenazas actuales son los proyectos inmobiliarios, de obras civiles en general o sino de un proceso más importante, el cambio climático, que hace que estas especies, entre otras dificultades,  tengan una producción de semillas muy errática y de mala calidad. Hay que recordar que las semillas son la base de la continuidad de futuras generaciones de vegetales.

Para el común de las personas, la vegetación natural (nativa) del país es poco conocida.

A lo largo de Chile se puede encontrar diversas especies nativas cuya presencia está determinada por la precipitación, la altura, topografía, etc.

En las zonas semiáridas de las regiones de Coquimbo, Valparaíso y Metropolitana, caracterizadas por la escasa lluvia que se presenta, además de estar concentrada en pocos meses del año,  llama la atención que a pesar de estas condiciones desfavorables, existan especies nativas que se encuentran emparentadas con árboles de clima tropical (frutales algunos de ellos).

El papayo extranjero, que se cultiva principalmente en la región de Coquimbo, en Chile tiene un “familiar” nativo que es el papayo silvestre o palo gordo (Carica chilensis), especie endémica (es decir, solo crece en Chile) y que actualmente se encuentra en estado de conservación vulnerable, dada su disminución poblacional en los últimos años. Está en el acantilado Federico Santa María.

Por su parte, el lúcumo silvestre (Pouteria splendens), especie nativa clasificada en peligro de extinción según antecedentes del Ministerio del Medio Ambiente, corresponde a un “fósil viviente”, es decir, es una especie que estuvo en este territorio en el pasado, pero que en la actualidad es improbable que pudiera estar presente, sin embargo, aún existe. Está emparentado con el lúcumo extranjero, usado principalmente en repostería. Se desconoce si el fruto del lúcumo nativo es comestible. También está en el acantilado Federico Santa María.

Hay también una enredadera en alto riesgo de extinción, llamada pasionaria (Passiflora pinnatistipula) que tiene cercanía con otro fruto extranjero de origen tropical, el maracuyá. La especie chilena también tiene un fruto comestible y es muy ornamental. Quizás esas han sido algunas de las causas de su actual escasez. Sólo hay en la comuna de Zapallar

Todas estas especies nombradas, se encuentran actualmente en grupos pequeños y aislados de vegetación nativa, resultado de las antiguas prácticas agrícolas, ganaderas o mineras, caracterizadas por el despeje de vegetación natural que se realizaba.

Las amenazas actuales son los proyectos inmobiliarios, de obras civiles en general o sino de un proceso más importante, el cambio climático, que hace que estas especies, entre otras dificultades,  tengan una producción de semillas muy errática y de mala calidad. Hay que recordar que las semillas son la base de la continuidad de futuras generaciones de vegetales.

Otras especies presentes en nuestra región y que actualmente se encuentran amenazadas corresponden al poco conocido, tayú (Dasyphyllum excelsum) o espinudo (nombre dado en Puchuncaví y Nogales), clasificado en categoría de conservación vulnerable y que es otro ejemplo de “fósil viviente”, cuyas flores se asemejan a pequeñas “pelusas” y tiene unas pequeñas espinas en su tronco, principalmente cuando el árbol es joven. La mayoría de sus “familiares” cercanos, son de origen tropical. A diferencia de las anteriores, esta especie no tiene relación con ninguna especie frutal.

Otro árbol nativo poco conocido, también de tamaño importante como el tayú, es el belloto del norte (Beilshmiedia miersii), cuyos ejemplares envejecidos se hallan en plazas de Valparaíso y Viña del Mar. Tiene, por tanto, un uso ornamental.  Las poblaciones naturales de esta especie se encuentran en categoría de conservación vulnerable. En nuestra región podemos encontrar belloto del norte asociado a otras especies del bosque nativo esclerófilo, ubicados principalmente en quebradas y zonas húmedas costeras. La mayoría de las especies extranjeras emparentadas con belloto del norte, se hallan en climas tropicales del hemisferio sur.

Para mencionar los últimos árboles, que al igual que tayú o belloto, alcanzan una altura importante, hasta 15 metros, está el fósil viviente llamado roble de Santiago o roble blanco (Nothofagus macrocarpa) y el olivillo (Aextoxicon punctatum). Roble blanco tiene a sus familiares más cercanos y en mayor abundancia, desde la región de O´Higgins hasta la de Magallanes. Lo mismo ocurre con olivillo.

Cabe indicar que todas las especies nombradas, salvo pasionaria, se hallan en la Reserva Mundial de la Biosfera La Campana – Peñuelas.

En resumen, con los antecedentes entregados, más el actual proceso de cambio climático, se vislumbra la posibilidad de un aceleramiento en la reducción de las poblaciones naturales de estas especies, más de lo que ya están actualmente.

Una forma de mantener esta vegetación, aparte de las acciones favorecedoras que se puedan hacer en su medio natural, es propagándola en parques o jardines de casas o parcelas.

Basta saber el caso de la especie toromiro en Isla de Pascua. Está extinta en forma natural y los ejemplares que existen actualmente, en parte se debe a que en el siglo pasado, se plantó en jardines de casas particulares o jardines botánicos y de ahí se extrajeron semillas para tener aun ejemplares de esta especie.

Cada uno de nosotros, a nivel individual, puede contribuir a evitar la extinción de especies nativas de la zona mediterránea de Chile, no solo denunciado talas ilegales en bosques naturales o plantaciones (cuando no tengan un plan de manejo aprobado por CONAF) sino, como se señaló anteriormente, plantándolos en nuestro jardín, o en la calle, o bien promoviendo su presencia en parques urbanos o plazas cercanas.

Quienes proveen algunas de estas especies para su compra, son criaderos o viveros forestales de pequeños productores de plantas en la región de Valparaíso.

La información de ubicación, existencia de plantas y otros antecedentes de viveros, se encuentra disponible, por región, en el sitio de CONAF www.conaf.cl, la que se actualiza, aproximadamente los meses de mayo de cada año.

Por Fernando Hurtado, encargado de Plantaciones y Ecosistemas y Sociedad de CONAF Valparaíso